top of page
Mayte Lacasa

PARA QUÉ MEDITAR, EN ESTOS DÍAS REVUELTOS... UNA DECLARACIÓN PERSONAL

En estos días de intenso revuelo emocional, me atrevo a decir que a nivel personal, y a poco que mire a mi alrededor, de forma global, toma una mayor importancia para mi, ponerle conciencia a aquello que me ayuda a sostenerme en medio de esta "tormenta". Y me doy cuenta de la importancia de estos años recorridos, buceando en la práctica de la meditación, con todo lo que adentrarse ahí, conlleva.

Practico mindfulness, porque me ayuda a recuperar mi capacidad de estar presente en mi vida. Al decir “estar presente”, me refiero a ser consciente de mi experiencia, intentando despojarme del juicio y dejándome atravesar totalmente por ella. Despertar a la vida, a mi vida, a cada instante, con todo aquello que acontezca, sea lo que sea


Según Thich Nhath Hanh, meditamos para parar y mirar profundamente. Y lo que quiere decir con “mirar profundamente”, a mi juicio, es “tomar conciencia” “darnos cuenta” “comprender”.


Esto parece muy obvio, pero no lo es tanto…

Por un lado, tenemos multitud de filtros con los que le damos significado a cada experiencia de nuestra vida. Filtros construidos a lo largo de nuestro proceso de crecimiento y de nuestras experiencias vitales, que por un lado nos ayudan a ordenar y dotar de sentido a la realidad, pero por otro nos restringen enormemente la capacidad de “visión”. Vemos el mundo del color de las gafas que llevamos puestas… y ni siquiera nos damos cuenta de que las llevamos, así que pensamos que el mundo es de ese color. Darte cuenta de tus filtros (creencias, condicionamientos, expectativas…), es ya un gran primer paso.


Por otro lado, somos expertos escapistas de nuestra propia experiencia. Tenemos estrategias muy elaboradas, para no hacer contacto con nuestra realidad, con nuestras experiencias difíciles, con nuestras emociones difíciles… y para ello utilizamos herramientas que nuestra mente pone a nuestra disposición y que son verdaderamente útiles y adaptativas en la mayoría de los casos… anticipamos continuamente lo que puede llegar a pasar… necesitamos controlar… tenemos miedo…. Y también rememoramos continuamente el pasado, intentando dotar de significado a nuestra experiencia, de forma que podamos así mismo, comprender y controlar situaciones futuras…

Y está bien… porque quizás es lo mejor que podemos hacer durante un tiempo… Al fin y al cabo somos humanos, no lo olvidemos…


Lo cierto es que al menos yo, me reconozco habitando poco mi presente, a pesar de que es lo único que realmente poseo, y que puedo manejar… se me escapa de las manos… a poco que no ponga atención, se me escapa de las manos….


Y es que a menudo en el presente puedo hallar una maravillosa felicidad, si logro conectarme con la apreciación y la gratitud por las cosas sencillas, profundas y a la vez verdaderamente importantes de la vida, que se manifiestan continuamente a mi alrededor, y con las que a veces he llegado a sentir una conexión muy real. “El reino de Dios está aquí y ahora”, es una frase de Thay que a menudo utiliza para recordarnos, que toda esta experiencia está aquí, a nuestra alrededor, y que tan solo tenemos que aprender a volver a mirar, hacernos presentes para ella, o mejor aún, hacerla presente en nuestra experiencia para nosotros.


Pero a menudo, también en mi presente conecto con el dolor que tarde o temprano se manifiesta en mi vida de muchas formas.

Si no sabemos estar presentes a nuestro lado, para afrontar aquello que es doloroso, escaparemos de muchas formas distintas, y también estará bien un tiempo, seguro… aunque finalmente aquello que es evitado busca las formas de ser atendido, y nos suele causar un sufrimiento mayor… esto es lo que a menudo nos lleva a terapia, y solemos estar tan desconectados del dolor original, que ni siquiera sabemos que nos pasa, o porque estamos mal y necesitamos ayuda.

Por eso se, que es importante aprender a estar presentes en nuestras vidas, no solo para no perdernos “El reino de Dios”, sino también para no dejarnos solos frente a los retos dolorosos y difíciles que la vida conlleva.

Parar y mirar profundamente, requiere entonces de otra cualidad también inherente al ser humano, y quizás algo oxidada, y desentrenada, por nuestra propia educación y creencias. La capacidad de ser compasivos ante nuestro sufrimiento. Acompañar la determinación de estar presentes y conscientes, con una determinada forma de hacerlo, una actitud, la compasión.


¿Y qué es esto de “darnos cuenta” y aplicarnos compasión?


La definición más bella que he encontrado de compasión, es la que dice, que es lo que sucede cuando “el amor se encuentra con el sufrimiento”. Todos hemos experimentado un impulso, un deseo de aliviar, de apoyar, de cuidar el dolor del otro, cuando somos conscientes de él.

Esta misma compasión es necesaria para nosotros mismos, cuando nos enfrentamos ante las dificultades que entraña nuestra existencia. Y tiene que ver con nuestra capacidad para darnos apoyo incondicional, ahí, en la dificultad, precisamente porque lo estamos pasando mal. Tomar conciencia de nuestra dificultad, y convertirnos en un firme soporte en ella.


Hacer esto no para dejar de sufrir, sino porque estamos sufriendo… Porque todo dolor tiene su causa y requiere ser comprendido y atendido…. El dolor nos trae comprensiones muy profundas sobre la vida, nos conecta con nuestra verdadera humanidad, con nuestra vulnerabilidad, fragilidad, humildad, y también fortaleza… y poder integrarlo, es imprescindible para poder crecer.

Nos permite comprender que hay cosas que escapan a nuestro control, que somos finitos, limitados, vulnerables, imperfectos… y al mismo tiempo, un verdadero milagro de la vida.

Aprender a permanecer con nuestro dolor es muy importante para no perdernos la mitad de nuestra experiencia de estar vivos, y no contaminar la otra mitad, con miedo y con control.

Estos días están siendo muy intensos emocionalmente. Nos vemos enfrentados a diario a situaciones de incertidumbre, que irremediablemente nos conectan con emociones difíciles, miedo, preocupación, angustia, tristeza, frustración, rabia… situaciones nuevas, impredecibles, pérdidas reales… vacío… parada del ruido con el que a menudo solemos ocuparnos para no “parar y mirar profundamente”. Y lo que está en el fondo… empuja por salir a la superficie y ser atendido…


Creo haber navegado por todas esas aguas turbulentas a lo largo de estos últimos días. Creo haber desplegado también todos mis mecanismos de huida, de escape de esa parada… las redes sociales, la televisión… la lectura de libros, ocuparme, ocuparme, ocuparme….

Está bien… yo también hago lo que puedo para mantener el equilibrio… soy humana al fin y al cabo…

Pero no me hace bien… no estoy bien… y me he dado cuenta de que necesito parar, y sentir el miedo… y darme cuenta de qué está hecho… y aceptar que hay cosas que no están en mi mano, y que finalmente necesito soltar el deseo de controlarlas.

Aceptar que hay cosas que no están enteramente en mi mano.

No está enteramente en mi mano el tiempo que dure este encierro, no está enteramente en mi mano que mis seres queridos enfermen, que quizás mueran, que otras personas atraviesen sus propios dolores, miedos, pérdidas, no está en mi mano enteramente enfermar yo, quizás morir, o sin llegar a ponerme tan drástica, perder mi trabajo, que otras personas lo pierdan, que muchas cosas se vengan abajo…


Aceptar esto, y soltar mi deseo de controlar y evitar que no ocurran algunas de estar cosas, es difícil, porque me conecta con otro dolor, el de la pérdida y la certeza de mi finitud y mis propios límites, pero también me alivia… porque cuando me doy cuenta de mis límites, puedo empezar a caminar con paso más firme en ellos. Acepto aquello a lo que no llego, y me empleo en aquello que sí que está en mi mano

La famosa ecuanimidad, que no es desapego frío, sino conciencia profunda de nuestra experiencia de humanidad.


Me alivia poder soltar esa carga de angustia que se aferra a controlar lo que una parte de mi sabe que no controla, la parte más sabia… y me alivia apoyarme en lo que sí que está en mis manos…

Está enteramente en mis manos cuidar mi instante presente. Encontrar en él un refugio para mi paz interior. Respirar, calmar lo que necesita ser calmado, cuidar lo que necesita ser cuidado, aceptar lo que necesita ser aceptado y soltar lo que necesita ser soltado. Y cuidándome, aceptando mis límites, y atendiendo el dolor que ahí va apareciendo en cada situación concreta, puedo estar disponible para cuidar aquello que desde mi humilde humanidad, puede ser cuidado, aquí y ahora.

Restaurando la confianza en cada paso, el de ahora… sabiendo que daré lo mejor que pueda en este paso, el de ahora… y que de esta forma, iré caminando el camino, sin soltarme de la mano.


“Señor, dame valor para hacer lo que tenga que hacer, serenidad para soltar cuando no pueda hacer, y sabiduría para entender cuando necesito de cada cosa”


(Cambia Dios, por aquello que más se ajuste a tu forma de experimentar y significar tu existencia)



Mayte Lacasa Cañero




306 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page